Ese año había echo una noche de perros, había estado toda la santa madrugada cayendo la de Dios.
Ya por la mañana no llovía, estábamos entrando en montequinto con las calles empapadas de agua y llenas de caramelos de la cabalgata del barrio que había salido la tarde noche anterior.
Íbamos con nuestra charla habitual cuando de pronto, de una bocacalle se asoma el morro de un coche, como la calle en cuestión era curvada, al camellero le pareció que se saltaba el stop, y dio un frenazo, con tan mala suerte que nuestro camello patino con el agua y los caramelos yendo a estamparnos contra el otro vehículo, que estaba parado.
Con la de coches que hay en el mundo tenia que ser este, el de los municipales.
Se bajan los dos agentes del coche y se nos quedan mirando a eso que bajándose del camello Baltasar les dice” se habéis portado muy mal, pero que muy mal, os vamos atraer carbón”.
Menos mal que se lo tomó a broma y con gesto amable,
se dispusieron a preparar los papeles del seguro
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