El ajetreado, agitado, largo y enormemente feliz y hermoso
5 de enero.
Érase una mañana en apariencia normal, pero empezó diferente a las demás. Mamá se levantó la primera ese día y eso estando de vacaciones.
Ella no solía ser la primera en levantarse. Siempre solía ser papá. Pero esa noche mamá había dormido de forma intranquila. Como si algo importante pasase ese día. Pero no podía recordar que era exactamente lo que iba a pasar.
Con toda la tranquilidad que
podía obligarse a tener, fue a la cocina y empezó a preparar el desayuno para
su marido y sus hijas.
En eso estaba, cuando apareció la
mayor de las niñas. Con una carrera se abrazó a la cintura de la madre, dando
pequeños saltitos, signos de felicidad y nervios.
-¡Hoy es la cabalgata! Y esta
noche, ¡vienen los Reyes Magos!-gritó la niña con una gran sonrisa y sin dejar
de dar saltitos. Después se fue corriendo de la cocina, con toda seguridad para
ir a despertar a su hermana pequeña.
Entonces mamá se acordó. ¡Estaban
a 5 de enero!
En ese momento, papá entró en la
cocina con una sonrisa mirando a su mujer.
-Casi me dejan caer antes de
llegar aquí-rió él.
-¡Hoy es 5 de enero!-le dijo mamá
con sorpresa-No me acordaba cuando me he levantado. Hay que preparar muchas
cosas para ir a la cabalgata.
-Tranquila. Es temprano. Y lo que
tenemos que hacer no es tan difícil, ni lleva tanto tiempo-le dijo papá
mientras la abrazaba para calmarla.
Ese abrazo la ayudó a
tranquilizarse de verdad. Él siempre conseguía calmarla y hacerla sentir mejor
en los días de más ajetreo. Y por supuesto el 5 de enero era uno de los que más
jaleos tenían.
-¿Mejor? ¿Más tranquila?-papá
preguntaba esto mientras la miraba a los ojos. A mamá se le dibujo una sonrisa
y asintió con la cabeza-Bien. Pues vamos a prepararnos un cafecito y unas
tostadas, y la leche y galletas para las dos loquitas.
Ambos se pusieron manos a la
obra. En poco tiempo tuvieron todo preparado y fueron a la mesa a colocar las
cosas. Allí encontraron a sus dos niñas sentadas y coloreando unas cartas que
iban destinadas a los Reyes Magos.
-¡A desayunar petarditas!-les
dijo con alegría papá, mientras les ponía sus vasos delante.
Así empezaron a desayunar con
tranquilidad.
-Mamá, ¿crees que nos dará tiempo
de todo? De ir a la cabalgata y de ir al Cartero Real luego-preguntó la mayor
de las niñas.
-Bueno. Sin duda vamos a ir un
poco ajetreados, pero si vosotras os portáis muy bien y nos ayudáis, seguro que
todo ira bien. Y esta noche estaremos en casa pronto. Hoy hay que acostarse muy
temprano.
-“Yo niña bena”-comentó la
pequeña de las hermanas. Una niña de dos años que aun no terminaba de
pronunciar bien las palabras.
Así empezó la primera parte del
día. Preparar todo lo necesario para poder irse temprano a ver la cabalgata.
Primero avisar a los abuelos y a
los titos que ya estaban despiertos, y que iban a empezar a hacer todas las
cosas. Hablar con ellos lo justo para saber donde y a que hora quedaban, y
colgar el teléfono para la segunda tarea.
Después preparar los bocadillos
personalizados de tortilla. Uno solo con tortilla, otro con tortilla y unas
rodajas de tomate, otro con tortilla y queso y otro con tortilla, jamón y
tomate. Junto con esto preparar una bolsa con las bebidas y las cosas de la
merienda de las niñas.
Tercera tarea vestirse. Una tarea que a veces parece sencilla, pero que con dos niñas pequeñas a veces es una odisea.
La mayor de siete años con un
estilo que a veces cambia de un momento a otro. Ahora su color favorito es el
rosa, pero en diez minutos puede ser el verde agua. Y la correa de su reloj
tiene que ir a juego con su ropa. Los vestidos y faldas son siempre la opción
preferida, pero los leotardos que vaya a ponerse tienen que ser los que vayan
con ese vestido en concreto. Para ella no todos los blancos son iguales, y no
acepta un cambio. Por otra parte, peinarla ya resulta una tarea más fácil ya
que se deja manejar.
La menor de dos es más difícil. Da igual la ropa que se le escoja, no le va a gustar ninguna. No le gusta desvestirse, ni tampoco vestirse. Cualquier prenda de ropa que entre por la cabeza le provoca un berrinche y, aunque no sabe, los pantalones intenta ponérselos ella sola. Peinarla es algo más fácil, no deja de mover la cabeza, pero no protesta y, finalmente, está preparada para salir
Tras vestir a las niñas, papá y
mamá hacen lo propio y con toda la rapidez que pueden se visten y peinan.
-¿Cuánto nos queda para tener que
salir de casa?-pregunta mamá.
-Los demás tienen que estar a
punto de llegar. Pero nos da tiempo de organizar algo la casa antes-le dice
papá mirándola con una sonrisa. Sabe que ella esta preocupada por dejar las
sábanas de las camas bien puestas.
Ella sonríe mirándolo. Le encanta
lo bien que la conoce.
Juntos se ponen manos a la obra.
Dejan las camas bien ordenadas justo antes de que lleguen todos.
-¡Han llegado los abuelos!-grita
de fondo la mayor de las hermanas.
Los padres salen con orgullo de
las habitaciones. Pensando que está toda la casa bien organizada, pero al
llegar al salón descubren porque las niñas no han dado nada de ruido en ese
ratito.
Hay juguetes por todos lados.
Bloques de construcción y zapatos de muñecas por todas partes.
La satisfacción que habían
sentido se va un poco, pero, en fin, son dos niñas. Tener la casa completamente
recogida es misión imposible.
Les ponen los abrigos y se
disponen todos juntos a salir.
Llegan a la zona donde saldrá la cabalgata y se sientan tranquilos en un parquecillo. Se disponen a comerse los bocadillos. Están calmados ese ratito. Sentados al sol, comiendo bocadillos, y dándoles a los gorriones y a las palomas trocitos de pan.
Entonces vuelve el estrés. Se
ponen a esperar a las carrozas de la cabalgata. De pie y con niñas pequeñas que
no entienden de paciencia. Mirando y mirando al fondo de la calle esperando ver
venir a los primeros coches, que anuncian la llegada de los Reyes Magos.
-Este año hay muchas carrozas
nuevas-dice papá a las niñas.
-Hay una sobre los tebeos que a
mamá les gustaban de niña-les dice también el abuelo.
-A mí la que más me gusta es la
de La Estrella. Como es la primera es la que más ilusión me da-dice la tita.
-Además el vestido de La Estrella
es el más bonito-está de acuerdo la abuela.
Y así varios comentarios para
distraerlas sin quitarles la ilusión de lo que se acerca.
Cuando por fin empieza a pasar,
una lluvia de caramelos y risas inunda las calles.
“Mira Peter Pan”, “Melchor,
Melchor, Melchor”, “Es Merlin”, “Ohh, la Bella Durmiente”, “¡El Rey Gaspar!”,
“Cenicienta”, “Dinosaurios GROAR”, “Mira es la momia”, “Papá, mamá, es
Baltasar”
-¿Has visto a los Reyes, nena?-le
dicen los abuelos a las niñas.
-¡Sii! ¡Mira, pachú! ¡Chuche!-la
pequeña lo dice con la alegría de la primera vez. Ya que no recuerda años
anteriores.
-Yo he conseguido todos estos
caramelos-dice la mayor levantando una enorme bolsa llena.
-¡Que bien! ¡Has conseguido
muchos!
Tras esto el grupo empieza el
siguiente camino. Correr para ir a ver al Cartero Real que van siempre.
Paso 1: ir hasta la parada del
autobús. Paso 2: montarse en el vehículo. Y paso 3: llegar hasta el club donde
uno de los carteros de los Reyes los espera con más caramelos e ilusión.
-Mira tito. Yo les he pedido un
puzzle grande de 1000 piezas y la hermana una cocinita-dice la mayor mientras
le enseña la carta a su tío.
Mientras, sentados un poco más
atrás, mamá y papá se miran con sonrisas y se cogen de la mano.
Llegan al club y se colocan a la
cola. El Cartero ya está en el trono que le han preparado. Está acompañado por
dos beduinos. Se encargan de mantener el
orden y acercarle al cartero los detalles que da a los niños.
Nuestra familia protagonista se
pone a la cola y al entregar la carta, hacen hermosas fotos a las niñas para
enseñar a todos sus amigos.
-¿Cómo os habéis portado
vosotras?-les pregunta el cartero a las niñas.
-Yo creo que me he portado bien
siempre. Pero mi hermana a veces se porta mal. Pero es pequeña y está
aprendiendo-dice la mayor de las hermanas con mucha seriedad.
-¡Yo niña bena!-grita la pequeña
un poco enfadada.
El cartero les pregunta sobre sus
cartas y les dice que tienen que acostarse pronto.
-Eso ayuda a que los Reyes Magos
puedas hacer su magia.
-Vale-dicen las dos hermanas.
Tras esto, al fin, llega el
regreso a casa.
Allí las niñas recogen los
juguetes que dejaron tirados. Así se aseguran que los Reyes Magos no se enfaden
con ellas. Después cena, pijama y a la cama.
Una vez acostadas y dormidas, los
padres las miran desde la puerta con una sonrisa. Papá abraza a mamá por
detrás.
-Es un día agotador, pero a ellas
les encanta-dice ella.
-Y eso es lo más importante-dice él dándole un beso en la mejilla.
FIN
Natalia Romero León
Aunque esta historia
esta basada en sucesos que he vivido, espero que más de una madre y de un padre
se sientan identificados. No hay nada mejor para unos padres, que ver felices a
sus hijos.
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